El libro escolar, constituyó en épocas pasadas la principal fuente de conocimiento y a través de él, se transmitían valores y creencias. Sólo en momentos muy concretos de nuestra historia, que se inician con la Primera República, en 1868, y por breve espacio de tiempo, el maestro fue libre para optar por un libro u otro. Posteriormente, el gobierno ejerce el control de los conocimientos transmitidos y de las actividades a desarrollar en los centros escolares.
El libro que se impone a partir de 1920, es LA ENCICLOPEDIA, bien encuadernada y con pastas duras, relega al resto de los libros escolares y se convierte en referencia única de conocimientos para el alumno. Es un compendio de todos los saberes: matemáticas, geometría, lengua, historia, literatura, etc., que el alumno debía adquirir en cada una de las tres etapas en las que se dividía la enseñanza: elemental, grado medio y superior. Su estabilidad permitía que pasase de generación en generación. Las más difundidas fueron las de Hijos de Santiago Rodríguez, Dalmau Carles y en los años 50, la de Álvarez, que en diez años alcanzó más de 150 ediciones.
El aprendizaje comenzaba con el silabario y más tarde con las cartillas, la más difundida fue la del Rayas de Álvarez. Del Rayas se pasaba al Parvulito, de la misma editorial.
A finales de la década de los 50 se inicia una nueva etapa de libros por materias que incluían ejercicios prácticos.